viernes, 9 de septiembre de 2011

MACS CONTRA PC’S



Después de años luchando en la resistencia, sorteando todo tipo de ataques insolentes he terminado por comer de la manzana de Eva. Ha sido imposible no caer en la tentación ni  escaparme de las dictaduras de las modas y muy a mi pesar, me he acabado comprado un iPhone.
¿Os habéis fijado alguna vez lo plastas que son los fan lovers de Mac? No tienen suficiente en comerte la oreja hablándote horas de lo fantástico que son sus productos, sino que se empeñan en convencerte, en forzarte a comprar uno y no paran hasta que te desarman, te acorralan hasta que dices: Mac es Diós, Steve Job es Diós, el MacBook es Diós. Pero ¡pesaos! Si tanto te gustan los Mac cómprate uno y deja al resto de la humanidad vivir en paz.
Vale es verdad, los Mac no tienen virus, son irresistiblemente mucho más atractivos, dicen que son más intuitivos (no estoy de acuerdo) y van mejor para el tratamiento de imágenes. Pero si yo uso el Word y el powerpoint ¿para que quiero pagar los derechos de imagen de una manzana mordida?
Mi resistencia a Mac se remonta a los 90 cuando me compré un ordenador que en aquel entonces era incompatible con el resto de la humanidad. Recuerdo que todo el mundo se bajaba contenidos del Napster (¿os acordáis? Parece ayer…) y yo por tener un mac no podía compartir archivos porqué solo un 20% de la población tenia mac y los archivos que había para compartir eran una mierda. Además eran incompatibles con los PC’s, no podía mandar archivos en Word…vaya que tengo un trauma, igual que con la Naranja Mecánica….Acabé malvendiendo mi Mac por una basura de portátil de marca coreana. Si a finales de los 90 las marcas coreanas ya empezaban a infiltrarse en los mercados españoles.
Supongo que tengo que madurar y dejarme de gilipolleces de juventud, pero aún así, los tengo. Total, que como diría Neil Armstrong hoy he hecho un gran paso en mi humanidad.
En fin, a pesar de mis neuras, me encanta mi iPhone. Y a la blackberry que le den por culo!!
He dejado de ser una Black-Woman para convertirme en una Iphone-Girl!!

lunes, 5 de septiembre de 2011

La escena musical de Barcelona



Una de las cosas que me gustan de la vida es conectar con la gente en un momento que no te lo esperas. El otro día quedé con Maite en un pequeño bar de Gracia, era una cita a ciegas recomendada por un amigo en común. Tenéis que conoceros nos decía. I voilà, nos conocimos y conectamos.
Empezamos hablando de huertos urbanos y terminamos diseccionando la ciudad de Barcelona, apuntando la necesidad de revitalizarse. Ambas coincidimos en la necesidad de hacer un restyling a la ciudad. Un lugar que en su momento fue admirada tanto por turistas como habitantes locales, pero que a lo largo de los años su afán de protagonismo fue agotando sus recursos convirtiéndose en la meca de turismo anglosajón y japoneses deseosos de acudir al 3GSM.
Es curioso como Barcelona ha destacado por su arquitectura y su diseño y en cambio nunca ha conseguido consagrarse como una ciudad de referencia en moda y escena musical. Y aquí está el tema que me ocupa. Porqué ciudades como Manchester, Londres o Berlin tienen sus propios estilos musicales y Barcelona sigue buscando su identidad musical propia. La escena musical ya nos se mide por nacionalidades, se mide por ciudades. El catalán no es un gancho, no engancha, no pega, al contrario, pone  los pelos como escarpias. Por mucho que ahora haya una oleada de grupos catalanes, jamás conseguirán posicionarse en un mundo global, sin fronteras que aboga por un citty-branding, no por un citty-language. Aquí no se trata de nacionalismos, aquí estamos hablando de un sello personal y Barcelona carece de él.
Según las estadísticas que hablan de movimientos cíclicos cada 20 años, Barcelona está en la cresta de la ola, está en el momento oportuno para desarrollar un nuevo movimiento. En los 70 fueron Mariscal & compañía, en los 90 fueron las Olimpiadas y el Sonar y ahora en el 2011, recién cerrada la primera década del s XXI, le toca dar una paso adelante. Hay que empezar a valorarnos un poco más y no esperar que El Guincho se haga pasar por Barcelonés o John Talabot sea reconocido por Pitchfork. Si no nos valoramos nosotros mismos, nadie lo hará por nosotros.